Abrí la última del libro; el final claro decía...Fin.
No fue suficiente. Reescribí mi vida...reescribí mi historia.
Hasta luego a lo que las letras cuentan.. Hasta pronto.
Adios, hasta luego.
Algo de Monterroso "El paraiso imperfecto"
Ya que por cuestiones de trabajo no he podido subir texto, aquí les dejo algo de Augusto Monterroso que me parecio genial, digo, para que sirva como referencia literaria.
-Es cierto -dijo mecánicamente el hombre, sin quitar la vista de las llamas que ardían en la chimenea aquella noche de invierno-; en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros; lo único malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve.
UNETE A LA CAMPAÑA "DONA UN LIBRO PARA NIÑOS DE LAS COMUNIDADES RURALES"
"Leer no termina las guerras...
pero sí las evita"
Jaime Garba.
La terapia.
Ahí estaba yo, prefiriendo no pensar en lo sucedido. Me decía mi terapeuta que no era bueno vivir en los recuerdos, al fin y al cabo ya habían pasado, qué estupidez, pagar trescientos pesos por un discurso del todo absurdo. Hubiera preferido conceptos filosóficos incomprensibles a mi mente imprudente para justificar los actos perjudiciales con la cotidiana ignorancia, pero no fue así, y no obstante, tuve que contar todo, claro, sin lujo de detalle requerido, pues el tiempo es oro, por lo menos para el freudiano.
Quise comenzar con el “erase una vez” a lo que él inmediatamente reprendió sobre mi persona comentando que aquello no debía iniciar de tal forma porque se estaba dando tinte narrativo tipo cuento de hadas a la situación. Lo que no comprendió el muy subjetivo era que me refería a que erase una vez, tan sólo una sola vez que me encontraba en tal situación. Yo, un típico estudiante de filología que por mero gusto traía en su mano un libro de Jorge Ibargüengoitia cuyo título pasó al olvido al presenciar la escena. Dama, tez blanca, ojos calmos antípodas de mar muerto y gatos analistas, labios indescriptibles de formas neogeometricas, cuerpo de perfección no contemporánea pero si digna del mismo Rodín. Entró a la biblioteca haciendo a su perfume seductor protagonista del momento. Mis pasos para con Beatriz, la bibliotecaria se contuvieron para admirar el paso firme y concreto de la dama que después y sólo después supe que se llamaba… -Alto, disculpe que lo interrumpa, pero está desviando su relato. Comentó el terapeuta que había cortado de tajo el momento más inspirador. Me detuve un segundo para meditar cómo contar semejante situación que para ese entonces ya había llenado mi pecho de un tremendo suspiro.
-Cuénteme el acto, lo que pasó-. Dijo el terapeuta. Yo me di cuenta en ese instante que el tipo, (y le digo de tal forma porque con dicho morbo tropezó del escalón en el que lo tenía y le causó bajar de rango en mi escala de respeto) quería saber el preciso instante, el clímax, lo primordial, lo que en la entrevista inicial había comentado como mi problema. Realmente no me había dado cuenta de la impresión que causaba dicha cosa en los demás, y sólo hasta ver su cara de lujuria comprendí lo afortunado o enfermo que había sido. Aun así, aunque lo intenté, no pude resumir la historia como él tanto lo deseo.
Se dirigió hacía la sección de geografía, se perdió entre las enciclopedias geográficas y los libros insípidos, que al tenerle entre su atmosfera seguro cobraron vida. La seguí ante la mirada reprobatoria de Beatriz, la que a la distancia seguramente auguraba mi presencia y la que pudo ser alguna invitación, pero el destino, o más bien aquella dama boicoteó el orden cósmico de la razón.
Aquello era una excepción, un milagro, somenthing hard to believe, porque incluso para mí, el momento no representaba ni siquiera una posibilidad. –Míreme. Le dije fuertemente, a lo que le continuó una anotación en el papel prejuicioso que jamás dejó de acusarme de loco. -Soy como ellos, quieto, por lo regular oscuro, para nadie represento algo, pasan entre mí como si fuera, pero no soy, me acarician como lo hacen con ellos, pero me dejan al pensar que no hay nada interesante en mí, y me abandono, me creo la miseria de ser tan esplendido, porque lo soy, lo soy en verdad, qué acaso no lo es Iván Ilich, qué acaso no lo es Víctor Hugo, Virginia Woolf, Wilde… lo son; sin embargo están como yo, abandonados en los rincones de aquel cementerio conocido con un mejor nombre que no cause daños al prestigio de los genios, por esto que le acabo de decir le pido que no me juzgue, sino que entienda.
Yo no existía, y sí no hacía algo en aquel momento hubiera seguido siendo un fantasma aquejador de mi absurda vida. Que Dios me perdone, pero solté a Ibargüengoitia, caminé deprisa, me postré entre esas dos columnas de libros y usurpé el lugar de una puerta. Ahí estaba ella, sorpresivamente mirándome, haciendo con el dedo la trillada seña seductora del come on baby. No sé cómo, pero de pronto, me convertí en un hombre, di dos pasos firmes que seguro resonaron en el lugar, pasos que cimentaron el origen de mi hombría, de mi existencia.
Lo demás, no pude contárselo. Una pausa, tan largar que tuvo que intervenir.
-Siga, siga por favor. El Dr. Padilla ya no pedía, exigía, imploraba que continuará con la historia, pensé que en algún momento éste me golpearía o me ofrecería dinero por saber el desenlace, pero no, por más que hubiese querido no podría haberlo hecho. Me paré, vi el reloj, nos habíamos pasado diez minutos más de la cuenta, hurgué en mi pantalón sacando el dinero requerido, tomé mi saco y abrí la puerta. –Espere por favor, se lo pido, dígame qué pasó. Escuché de quien ya no era un terapeuta sino un público curioso. –No puedo contárselo, no podría por más que quisiera, en realidad no puedo.
Me fui como un maldito traidor, lo sé, pero mi alma se sentía tranquila y enviaba mensajes de prudencia a mis ideas, pues cómo dar fin a algo que no sucedió, cómo darme cuenta de mi patetismo.
Los pasos fueron borrándose con el aire del día, mi bolsillo quedó vació, yo me quedé loco, y mi terapeuta intrigado piensa, que la próxima sesión llegará pronto.
El guía sin dirección.
En primer lugar debo reconocer que en mis comienzos literarios dicho semanario fue de los primeros medios que publicó mis artículos, poesías, ensayos, escritos y demás textos que por aquellos años (algunos cinco) me atrevía sin premeditarlo a enviar, y si estos germinaban eran gracias al estimado Ernesto Rezéndiz Oikión, quien encargado de la sección “Rebeldía” daba y da espacios a jóvenes para expresar sus letras.
Para mí, publicar en cualquier sitio es signo de admiración para el medio, por apostar a talentos nuevos y sobre todo por incurrir en el riesgo de proponer ideas innovadoras y contemporáneas en diarios que por su herencia están acostumbrados a estilos de redacción algo pasados de moda; claro, no todos, pero si hago este reconocimiento es por el simple hecho de dar la firma y validez a un texto de cualquier loco irreverente que intenta cambiar el mundo con ideas y letras. Con esto, deseo que comprendan que yo respetaba el semanario, hablaba de él maravillas y promovía su compra (que bien puedo decir que unos diez o quince lo compraban gracias a dicho acto, cosa que se traduciría en sesenta pesos que en estos tiempos nadie los regala). Todo estaba a pedir de boca, acostumbraba por lo regular a publicar cada quince días y alternaba con algunos otros medios impresos; sin embargo, y de manera inocente, Güia me parecía el mejor de todos
Con el pasar de los años y en base a una propuesta creada por su servidor y mi amigo Eddie Rojo de crear una revista universitaria, nos planteamos la idea de implementar una sección que conjuntara las labores educativas de los medios superiores con la intención de eliminar la competencia entre universidades y alumnos para potencializar talentos, denominando el proyecto “Zona Universia”. Como para aquellos tiempos la revista independiente que editábamos no tenía mucha difusión, se nos propuso por el contacto de un conocido, hacer la propuesta al subdirector del semanario (el cual omito el nombre por razones de confidencialidad, cualquier semejanza con alguno de los personajes de Herman Hesse no es mera coincidencia). En un principio dicho sujeto se mostró impresionado por el interés de dos jóvenes por crear un proyecto que involucrara el semanario, haciendo un discurso que después descubrimos de lo más hipócrita donde hacía semblanza de la libertad de expresión y de la jactación de Güia como uno de los pocos medios sinceros de esta región. Fue así que comenzamos nuestra labor en la sección Universa, planteándonos metas ambiciosas y trabajando con esfuerzo al igual que calidad.
Entregamos algunos tres artículos, los cuales gustaron a sobre manera, recibiendo halagos cada que eran entregados, incluso llegando a desplazar los artículos tan vánales y en muchas veces parecidos bajados de internet por la recién homenajeada [1]Susana Calderón. Todo pintaba bien, hasta que un día gracias a la brillante idea de Rojo (no es sarcasmo), escribimos un artículo basándonos en la base del pensamiento de la novela de Milan Kundera “La insoportable levedad del ser”, nuestro error, y ahora que lo veo en retrospectiva, que tremendo error, fue el de hacer la analogía entre Dios y el hombre, donde el autor dice que si el hombre esta hecho a imagen y semejanza de Él, entonces también tendría por ende de igual forma defecar. Recuerdo que a Amparo Solís, quien era a la que le entregábamos los artículos le pareció un titulo muy tentativo y agradable a simple vista. Lo que sucedió después, ya es historia. El artículo jamás se publicó, nunca recibimos respuesta alguna y no volvimos a ver publicado otro escrito en el semanario. Sólo después comprendimos que fuimos unos estúpidos al haber hecho escrito semejante, sobre todo por que dicho semanario es de carácter religioso. Al hacer el escrito no pretendíamos ofender o herir la susceptibilidad de dicho medio escrito, por el contrario, deseábamos realizar un texto que como la novela, tuviera un carácter filosófico, pero con el sentido práctico que pretende su interpretación, en esencia se logró, pero sin lo primero.
Como toda persona que se dedica a escribir, tanto Rojo como yo, éramos conscientes de que si por algún motivo el texto enviado no era del agrado o no compaginaba por cualquier cosa con la ideología del semanario, no lo tomaríamos como algo personal, pero esto se convirtió en tal, cuando sucedió lo siguiente. Al ver que no se publicaba el texto y al darnos cuenta del error cometido, se enviaron, por su servidor una serie de correos electrónicos disculpándonos por lo acontecido y reiterando en varias ocasiones que este incidente no se volvería a repetir y donde también comentábamos la intención de seguir con la sección. En un principio recibimos respuestas de carácter evasivo, mismas que fueron disminuyendo hasta convertirse en nulas respuestas a las peticiones de seguir publicando, ya que para determinado tiempo, enviamos un par de artículos que tras su revisión, no contenían algún aspecto que reincidiera con lo ya hecho.
El coraje fue tal por varios aspectos, uno, la incongruencia del discurso de Wagner sobre el futuro del periodismo en la ciudad, donde decía que actualmente no hay personas que apuesten por un periodismo sincero y que sin ello, no habrá sucesorias a los puestos que con el tiempo se abrirán ante la jubilación de los periodistas añejos. Dos, la censura, no del artículo, sino del diálogo entre ambas partes ante la discrepancia de ideas, y sobre todo ante el hecho de haber sido vetados sin siquiera la explicación, que aunque lógica, merece todo aquel que expone una duda o inconformidad. Y tres, sentir la decepción hacia uno de los medios que más quise y que para mí representó plataforma para poder ser leído no sólo en Zamora sino en muchas partes de la región.
Güia está constituido por personas de una capacidad indiscutible, sus artículos aunque en la mayoría y en sólo en secciones repetitivos, vienen a aportar semana con semana información que difícilmente en otros medios encontraremos, aportando de mayor forma información práctica, económica, política y cultural que otros medios de la ciudad que sustentan sus ventas en la famosa nota roja. Sin embargo, personalmente esto no sirve de nada si el semanario esta liderado por dos personas (porque faltaría hablar de la opinión sobre el director de Güia, cosa que ocupa otro artículo) incongruentes que son la mil realidad de lo hipócrita, y aunque me gane el descontento de más de alguno que afiliado a dicho medio impreso, tengo que hacer presente el disgusto que estará en mí por el resto de mis días.
[1] La critica a los artículos de la Sra. Calderón no tienen involucramiento o algún tipo de relación con la labor tan loable y respetable que ha realizado hacía las bibliotecas publicas de la ciudad y en las cuales ha colaborado.
Despedida. Alejandro Aura.
Así pues, hay que en algún momento cerrar la cuenta,pedir los abrigos y marcharnos,aquí se quedarán las cosas que trajimos al siglo y en las que cada uno pusimos nuestra identidad;se quedarán los demás, que cada vez son otros y entre los cuales habrá de construirse lo que sigue,también el hueco de nuestra imaginación se queda para que entre todos se encarguen de llenarlo,y nos vamos a nada limpiamente como las plantas,como los pájaros, como todo lo que está vivo un tiempo y luego, sin rencor, deja de estarlo.
¿Se imaginan el esplendor del cielo de los tigres,allí donde gacelas saltan con las grupas carnosas esperando la zarpa que cae una vez y otra y otra, eternamente? Así es el cielo al que aspiro. Un cielo con mis fauces y mis garras. O el cielo de las garzas en el que el tiempo se mueve tan despacio que el agua tiene tiempo de bañarse y retozar en el agua.O el cielo carnal de las begonias en el que nunca se apagan las luces iridiscentes por secretear con sus mejillas de arrebolados maquillajes. El cielo cruel de los pastos,esperanzador y eterno como la existencia de los dioses.O el cielo multifacético del vino que está siempre soñando que gargantas de núbiles doncellas se atragantan y se ríen.
Lo que queda no hubo manera de enmendarlo por más matemáticas que le fuimos echando sin reposo,ya estaba medio mal desde el principio de las eras y nadie ha tenido la holgura necesaria para sentarse a deshacer el apasionante intríngulis de la creación,de modo que se queda como estaba, con sus millones,billones, trillones de galaxias incomprensibles a la mano,esperando a que alguien tenga tiempo para ver los planos y completo el panorama lo descifre y se pueda resolver.Nos vamos. Hago una caravana a las personas que estoy echando ya tanto de menos, y digo adiós.
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Madame don pedro
EL DOLOR AJENO... TAN MIO, TAN SUCULENTAMENTE MIO. YOSHIRO GLZ Y JAIME GARBA
— ¡Ángel!— gritó al mirarme frente a su vieja puerta desvencijada. Me abrazó muy fuertemente, tanto que estuvo a punto de derribarme. El nauseabundo aroma de su inútil antitranspirante barato se mezcló con la vomitivamente cálida peste de su sudor; sin embargo, la situación era digna de sobrellevarse con tal de sentir cerca ese par de senos esculpidos por el mismo Dios.
— ¡Oh, Ángel, querido, no sabes cuánto te he extrañado! Perdona el tiradero, no imaginé verte hoy, creí pasarían tres o cuatro semanas más antes de reencontrarnos.
— Me soltaron antes los cerdos, nena. Fueron las primeras palabras que escupí
— ¡Esos hijos de puta! ¡Jamás debieron encerrarte! Eras inocente, bebé, ¿por qué no trataste de defenderte?
—La cárcel significa comida y refugio gratuitos por varios meses, amor.
— ¡Carajo, mírame! ¡Debo lucir muy mal en verdad!
Para ser honestos, la maldita se veía de la chingada, con ese falso cabello rubio lleno de nudos, esa sonrisa de enfermo sifilítico, su hedor a sudor de golfa sin pudor… pero esos senos valían la maldita imagen dantesca.
En la cárcel imaginaba sus preciosos pechos, en el lugar me parecían meramente apetecibles en un contexto sexual. Quería morderlos, tocarlos fuertemente; nada de pendejadas de amor, nada de estúpidas caricias, quería saciarme con esas tetas hasta que se tornaran lo más cálidas posibles de tanto manoseo; pero ahí, eso ya era historia… a final de cuentas que culpa tenía la cabrona de lo que yo había hecho.
—Luces bien— dije, dándole la ventaja que interpretara aquello como todo lo contrario.
—Gracias— contestó, tragándose esas dos palabras en su completa literalidad.
Pero yo esperaba más. La mente de la maldita idiota no procesaba palabra alguna pensando en cualquier respuesta menos la que escuchó. Su rostro expresó incertidumbre y fue cuando mi inconsciente (los psicólogos me han dado una joyita de justificación para todas y cada una de mis acciones de hijo de puta) decidió actuar. Mi pezuña derecha tocó aquel bello pecho que tenía a tan corta distancia.
— ¡Ángel! — gritó ella a la par que soltaba un fuerte manotazo en mis garras de animal lujurioso. De inmediato, empezó a llorar (el llanto de una mujer, una de las cosas más pendejas del mundo. Quejido penetrante digno de una moto cierra en funcionamiento que trata inútilmente de partir a la mitad un oxidado tubo metálico de alcantarilla repleta de excremento diarreico ensangrentado de algún obeso alcohólico con almorranas… eso es el llanto femenino). — ¡No has cambiado nada, sigues siendo el mismo cerdo asqueroso de siempre ¡
— ¡No mames, pendeja! ¿Quién chingados te crees, tú posee de mujer virginal? ¡Eres una maldita puta y lo sabes! ¡Déjate de idioteces y abre las piernas!
— ¡Eres un hijo de la chingada, una verdadera mierda! ¡Yo sabía que no ibas a cambiar, pero ahí estoy de pendeja, esperándote! ¡Vete a la mierda, Ángel, lárgate!
Retrocedí solo para pensar en un buen movimiento. Mi mente nunca fue tan ágil como mis manos así que el mismo medio paso que retrocedí lo acerté de nueva cuenta para estar tan cerca de ella como lo estaba. Miré su seno, su tremenda teta izquierda, era solo un poco más grande que la derecha, era mi preferida, era la que me hablaba entre sueños. Lance mi pesuña ganosa y la tomé con mis cinco dedos, quería escapar así que llamé a la escena a mi otra mano, entre ambas la controlamos mientras Rebeca jalaba su cuerpo hacía atrás pareciendo que aquel tremendo pedazo de piel pareciera desprenderse.
-Déjame estúpido, por favor, suéltame.
Lo segundo de esa frase fue un suplicio, me arrancó una carcajada tan fuerte que mis manos perdieron coordinación y la soltaron, ella retrocedió ante mi mirada.
-¿Cómo te atreves a querer hacerme esto de nuevo?.
-Esa es una pregunta muy fácil de contestar, acaso no te has visto ese par de tetas provocadoras.
-¿Acaso no recuerdas por qué te metieron a la cárcel?
Era cierto, mis días de prisión habían sido debido a algo similar, la única diferencia fue que todo comenzó con el vil pretexto del amor. Ahí estábamos en el sofá de mi casa, en aquel cuchitril tan asqueroso como yo, ella estaba sobre mí como si pensara en dominarme, pero no se daba cuenta de que sus pechos estaban taladrándome la cabeza con la imagen de sus pezones. Mis manos, las verdaderas culpables la tomaron primero lentamente, vendiéndole una idea falsa. Sí, ya me había dicho que nadie la quería. Los múltiples abandonos por los que había pasado le habían dejado una autoestima notablemente baja, lo percibía por la excitación que se sentía ante un ser tan horripilante como yo, era la primera, y por lo tanto mi cuerpo deseoso por tantos años de existencia no pudo contenerse.
No importó el recuerdo, el pasado era historia, el dolor ajeno no valió de nada, fue mío, tan terriblemente mío.
Un golpe acertó se asentó en mi entrepierna, pasaron cinco minutos, me retorcía del dolor. La puerta sonó estrepitosamente. Se abrió. Llevo diez meses en prisión, sus tetas están conmigo, en mi mente. Escribo una carta: Querida puta…
10 PASOS PARA SER UN BUEN ESCRITOR.
El ataque.
Cierra los ojos. Dijo Esmeralda a Raúl que aun parpadeaba por toda la habitación oscura. –¿Y si regresan?. –¿Quiénes?. Preguntó ella. –Los monstruos. Contestó él con la voz entre cortada. Esmeralda comentó que los monstruos no existían, pero esa afirmación proveniente de alguien como ella no daba nada de calma. No era su madre, no era absolutamente nada con él, qué certeza podría otorgarle una desconocida. –Vendrán. Dijo Raúl. Lo habían hecho ayer, antier y cada día desde que se habían mudado a aquel departamento. Sus padres, quienes estaban en la fiesta de los Perez, de aquellos hipócritas amigos. Se burlaban cuando apagaban la luz aun contra la voluntad de aquel indefenso ser, pero la risa se suplía por castigos matutinos cuando las sabanas amanecían con los orines de manufactura temerosa por el ataque de los monstruos. Sabía que exageraba, nunca lo atacaban, se metían por debajo de la sabana, debajo de la cama, le pasaban por encima, por un lado, pero nunca le ponían una mano encima, o una garra, o lo que fuese que tuvieran.-Cierra los ojos. Dijo Esmeralda a Raúl viendo el reloj desesperada. Ya tenían que estar los señores García para esas horas. El cobrarles más no le alegraba del todo, porque sabía que aquella noche tenía ganas de echarse un buen revolcón con su novio Genaro. A nuestro infante protagonico no le importaba eso, no sabía de sexo, sólo de monstruos, era un experto en eso. Esmeralda salió de la habitación ante las suplicas. Se quedó sólo, ya no gritaba, ya no había a quien gritarle, miró su habitación, cada especifico espacio que le permitiera descubrir de dónde saldrían sus enemigos esa noche. Quería sentirse valiente, quería que olfatearan valor y no temor.Pasaron las horas, tal vez minutos, aun no tenía noción del tiempo, pero definitivamente algo pasó, la puerta principal se abrió, Raúl pegó un fuerte brinco, sus parpados quienes instantes atrás habían caído rendidos tuvieron que despertarse estrepitosamente. Un paso, dos, se acercaban, como siempre no le tocaban, venían por un lado, por el otro, por debajo. Dentro de todo se sentía seguro, todo hasta que… Los sentía, los olfateaba, estaban más cerca, lo tomaron, atacaron sus mejillas con liquido babeante, lo estrujaron intentando quebrantar su suave cuerpo, se pusieron sobre de él, uno por cada lado, estaba perdido, no lloraba, gritaba desesperado que alguien lo salvase, no había nadie, sólo los malditos monstruos. Se dejó vencer, cayó rendido, como un cadáver seco y desarropado en la cama de su habitación. Cualquier personaje externo hubiese percibido el aroma a orinesEl despertador sonó, eran las siete, Raúl se levantó con la certeza de que ya no habría monstruos, en aquel nocturno ataque los mordió, los atacó ferozmente mientras estaban sobre él, los orinó, sabía que si aquel liquido saldría de su cuerpo de cualquier forma, sería mejor que fuera sobre de ellos, para aniquilarlos, o, por lo menos humillarlos, despertó un poco feliz, había tenido un poco de venganza. Salió al comedor, sus padres yacían sobre la mesa estereotipadamente. Lo miraron coreografiados, fruncieron el seño, su mirada era penetrante. Raúl se sintió extraño, se acercó más y más, parecían desconocidos, y ¿cómo no? Quién diablos se atreve a orinar sus padres… y nadie se atrevería a decir que soñar, es un buen pretexto.
La partida.
El viento sopla constante intentando borrar el camino de la nostalgia. El viejo Pajacuarán se vuelve más viejo y todos se preguntan por ti. ¿Y dónde está la hija?, ¿dónde esta la amiga?, la que debió ser esposa, madre, amante. Ya no está, se fue hace tantos años, se convirtió en un pasado, en una fotografía colgada y relatos de la niñez. Aun existes, está claro, pero no existes en verdad, porque el asfalto del pueblo no siente tu cuerpo, porque los vientos diurnos de las estaciones no se cuelgan de tu voz, porque ya no eres Lola, eres “Loula”.
¿Qué te aprisionaba?, ¿era acaso tan duro ver el sol por las mañanas, escuchar el diálogo de las vacas y de los caballos en el rancho de tu padre?. Hay varias teorías, decían que no eras de este planeta, que fuiste impura, incluso hasta diabólica, esto último lo dijo el padre Ramiro en la misa del primer domingo cuando te fuiste, sus palabas exactas fueron: “el diablo se posesiona de nuestras almas y nos hace tomar decisiones que nos llevan a la perdición”. Yo sé que no estas perdida, sé que tu alma esta en L.A, sé que viste de Levi´s y tenis nike. No, no es el diablo el que cambia tu léxico, es un ingles mal hablado que aun guarda un poco de ti. Razones de seguro hubo muchas, pero ninguna suficiente para calmar a cada mente, a cada uno que hizo hipótesis erróneas y que apostó por la peor.
Pajacuarán no morirá, tú sabes que es eterno, pero entre las montañas que cubren el pueblo y los caminos que inspiran las historias, la tuya cesará tarde que temprano, se guardará en el gran libro del camino, del héroe clandestino que cambió la vida por el sueño. Loula te irás al otro mundo, y, mientras las mentes caerán hacía nuevos peregrinares, liberándose de repente y sin penarlo.
Tu esencia paseará de vez en cuando aunque se por pensamientos, una Cheyenne o un e-mail, por tu hogar, por el número veintitrés de la calle de un héroe que nunca aprendiste en las clases de primaria. Paseará hasta que te consuma la nueva historia, hasta que dejes de pronunciar con claridad…Pajacuarán.
El descaro
Regresó a la posición inicial, un vaso descontextualizado servía de aposento para un poco de tequila frente a él, se preguntaba cuánto iría a pagar por ese trago, y por el siguiente, el consiguiente y el final, eran cuatro, sabía perfectamente que eran los necesarios para no morir accidentado de regreso a casa, los suficiente para no confundir el rojo del semáforo con un verde y ser detenido por la justicia, lo suficiente para recordar su nombre, lo suficiente como para no llamarle desesperado, diciéndole, -vuelve.
El primer trago tardó un poco en diluirse a través de su garganta, no era que fuese de vírgenes labios y estómagos cobardes, era simplemente que quería disfrutar de cada mililitro de aquella bebida que difuminaría su pena o por lo menos la transformaría.
-No eres tú, soy yo. No sabía que le había molestado más, esa trilladísima excusa, o el saber realmente que no era él, en teoría, porque días antes Gilberto, su primo, le había dicho que la había visto saliendo del cine tomada de la mano de un tipo. Lo creyó, pero lo negó, para él era más sencillo decirse que no, no, no, -no puede ser- pensaba, aunque era. Cuando Natalia le dijo aquellas palabras, se sintió parte de la estadística de estúpidos, de los burlados por una frase que ya debía de estar en desuso, pero ella sin duda fue precisa. No eres tú, soy yo, era cierto, esto porque ella ya no le amaba, no le deseaba, era exactamente ella,la que le había dejado de lado por alguien más.
Al segundo tequila la primer lagrima corrió bajo la canción de “Siempre me dejas”, de “Siempre me dejas”, “pero tú, siempre me dejas” sonaba la melodía con unos rasgueos de notas estéticas salientes de una telecaster con efectos nostálgicos. Aquella canción le hacia llorar, lo convertía en una nena. Se sorprendió, no sabía que alguien más conociera esa canción, giró nuevamente con la silla y el tequila ondeando a medio vaso para ver si alguien compartía su dolor. Dos mesas yacían ya vacías, otros pocos habían bajado la intensidad de sus diálogos. Se quedó observando a todo y a nada por un rato, lo cierto era que la atención de sus ojos se fijaban en una chica que estaba en la otra parte de la barra. La conciencia se fue haciendo presente, la rondaba más frecuentemente, pero su mirada no podía detenerse, se delataría de inmediato. Los detalles insignificantes que recopilaba su vista fueron supliéndose por los rasgos que constituían a aquella mujer. Se volvió todo un analítico, un descarado, un atrevido. Mágicamente la quinta lágrima ya no se dejó venir, su cuerpo ya estaba por completo fijado en la que ya había denominado una belleza. La barra y el mesero sólo le vieron el rostro a intermitencias cuando pedía otra copa. Este ritual se repitió tantas veces que su manifiesto sobre el tequila se había anulado. Su trasero se entumió como si fuese una excusa, se levantó. Ahí estaba, de pie, ridículo, nadie le hacía segunda, y nadie se la haría. Sus piernas cobraron vida propia, su mente se apoderó de él. Se encontraba tan borracho que todo su ser succionó sus fuerzas, un milímetro de él tenía miedo, pero todo lo demás se precipitaba kamikazemente junto con aquella mínima rejega parte hacía la mujer que terminaba de empinar el último trago a una “indio”. –Hola- dijo nuestro personaje, que tontería había cometido, pensó, sería confundido con un patético barbaján, de esos que sólo ven a una linda chica sola y quieren devorarla de inmediato. Quería retractarse, tragarse aquel hola, pero ciertamente sentía que el tequila al raz de su garganta no se lo permitiría. Sonrió pidiendo una interpretación positiva. La chica no le miró, le sabía ahí pero no encontró su rostro con el de él. Sus dedos comenzaron a tocar con nerviosismo a la barra, él giró un poco al bar como si buscase algo, quería darse un poco de tiempo de manera sutil, sabía que el rechazo representaba un 50% de posibilidad en un cortejo, suspiró, trató de dominar el alcohol que ya lo tenía más que dominado a él. Volvió a suspirar, esta vez su mano automática se lanzó sobre la chica en pose de saludo, sus labios intercedieron al acto y volvieron a pronunciar el mismo “hola” de hacía algunos segundos. La chica pareció incomoda y él se aceptó ridículo. Era cierto que su mano estaba tan borracha como él, tanto así que no reconoció pena alguna y se quedó catatónica cual digna estatua. El tiempo, si bien lento, terminó con la burla. Para ese momento se escuchaba la chispa adecuada de “héroes del silencio”. Él pasó un trago de saliva que inquietó al tequila que esperaba pendiente un poco de libertad, se sintió mareado a tal grado que tuvo que sentarse en una silla junto a la chica. El cantinero lo miraba con atención, no le importaba aquel acto, para esas alturas de la noche le era cotidiano el vigilar a los parroquianos para que no se fuesen sin pagar. La visión de nuestro hombre sólo fue comparada con la de muchos otros ante un fracaso. Se escuchó un llanto desmesurado, un dolor claro y preciso, se escuchaba a un hombre borracho despilfarrar lágrimas sin medida alguna. La chica seguía acelerando el movimiento de los dedos como si tocara una pieza de Mozart, como si quisiera que el sonido de la madera contra sus dedos fuese más fuerte que la canción que para aquel entonces ya era la de “lucha de gigantes” de Nacha Pop, pero sobre todo más fuerte que el dolor de él.
La puerta del baño se abrió. Desde cualquier perspectiva del bar se podía ver, un hombre alto, fuerte, guapo y elegante salió secándose las manos, su dirección era clara, predecible, sólo sus masculinas manos lograron parar con la manía de la chica, le sonrió. Por primera vez en nuestro relato ella había desviado la mirada, le vio, se sintió salvada. La rocola se detuvo, ojalá el destino le hubiese dado de inmediato a alguien algunas monedas más para que las cosas no hubiesen pasado de lo cotidiano, el silencio era increíble, era un mutismo colectivo apoderándose del lugar, él, el mismo él que recién había agotado el llanto dio un largo suspiro, su cabeza se despegó de sus brazos al escuchar el rechinido de la silla continua. Un valiente en un acto de inconsciencia heroica depositaba una moneda que daría tres canciones más, sin embargo no fue lo suficientemente asertivo, el chico guapo de nuestra historia tomó a la mujer por el hombro con la finalidad más romántica, él se quedó admirando los pasos que daban uno tras otro hacía la salida hasta que el tequila se vio obligado a salir en forma del denominado vomito, mientras que en todo el bar se alcanzaba a escuchar, -ya es muy tarde Natalia.
"La cuenta por favor"
Verónica
Estar despierto pareciera ser lo más importante, abrir los ojos y estar pendiente, constante, esperando el primer golpe con un perfil semi-automático, que no da miedo, ni siquiera risa. Tal vez cuestione pero no responde.
Atento a lo que hasta el viento trata de decir, aunque la sobre interpretación sea lo primero, sabiendo que comenzará un cuento, que no tendrá historia, será hueco.
Sabiendo que lo que existe tal vez sea lo correcto, para ellos, para el silencio, para las pocas cosas que trascienden al tiempo, a los momentos, momentos que piensan hasta cuándo y hasta dónde.
Esperando por algo que ya ha llegado, que está ahí, guardado, en un rincón oscuro detrás de nada, que se exhibe y que le huyen, que le temen aun sabiendo que ahí no hay mal, que ahí no hay bueno, que solo hay…
Si fuese cierto que todo es perfecto, entonces ¿por qué cerrar los ojos?, ¿es un deber volver y volver en lo que había ayer?, aun no es tarde. O sí, quizás lo es, tal vez tan sólo se deba admirar el desastre, el arte, lo abstracto y por qué no, hasta lo bizarro. Llámale realidad o como tu quieras… Verónica.
Aun lado, al otro, detrás y hasta de frente, en lo que el rojo se volvió presente, sin aplausos, sin ovaciones, ante ni siquiera miradas ni cortejos, menos premios. Los aplausos se aplazarán hasta el momento en que exista por fin… Verónica.
Etiquetas: viejos textos.
Ver para creer. Mejor ser ciegos.
El titulo de esta entrada es una metáfora que hace alusión a lo que acaba de acontecer en días pasados con el famoso fútbol mexicano, o sea, la final entre el Pachuca y los pumas, siendo campeones estos últimos. Y no, no me llamen hipócrita, yo también en ocasiones degusto de tal deporte, y me declaro fan del FIFA en sus diversas versiones del playstation 2. Pero si bien he decidido tomar este tema y titularlo de tal forma, es porque simplemente no se puede no hacerlo y, mucho más sin darle el típico tinte de crítica social. Debo en primer plano, decir que me perdí el partido y, en segundo, confesar que en realidad no tenía interés en verlo, sin embargo por la gran relevancia que juega dicho deporte en nuestra cultura mexicana (sarcasmo) nadie queda exento de por lo menos saber que habrá partido y, con mayor razón si es la final del balompié mexicano. Pues bien, el juego se realizó sin importar la apatía de su servidor. ¿El marcador?, en realidad no lo sé, pero se coronó pumas de la UNAM, esto no tendría mucha relevancia decirlo, pero sirve para contextualizar al lector y no confundirlo o hacerlo imaginar de qué colores o qué logos había en las camisetas de los aficionados que daban vueltas a la glorieta de cinco de mayo, acá en la ciudad de Zamora.
Cuando salí del trabajo rogando por una cama que calmara mi cansancio, me voy encontrando a una minoría de aficionados pumas dando vueltas como discos de acetato de las Hilguerillas, una y otra vez cantando su famoso himno, ¡cómo no te voy a querer! Al momento (ni nunca) no compartí su felicidad, y se me hizo aquello una total ridiculez. Ver a jóvenes, niños, padres con sus hijos y una que otra fémina abultando las orejas del puma con sus pechos aseñorados girando sin cesar por dicho monumento, ondeando banderas, eufóricos y casi psicotizados de felicidad pasajera, todo porque un equipo de futbol ganó un campeonato. Lo primero que me vino en mente fue: qué nivel de autoestima tienen esos individuos para lograr tal grado de alegría y para apropiarse de un logró tan burdo, más si se piensa que la única ganancia es la satisfacción de un triunfo, claro, porque sería comprensible una reacción así de los jugadores, del cuerpo técnico, directivo, dueños y demás individuos con relación directa al equipo. Sé que puedo sonar un poco drástico y aguafiestas, pero durante mi trayecto a casa trataba de pensar si las personas ahí presentes o, quienes en algún momento fueron a celebrar un triunfo tan absurdo en aquél lugar, habrán festejado algo digamos, más cercano a ellos, algo que les haya costado meritos propios y que realmente amerite una excitación de tal magnitud. Probablemente sí, sería prejuicioso decir lo contrario, sin embargo, eso no justificaría reacciones tan a mi parecer exageradas ante situaciones no meritorias. El otro día veía en el programa de televisa, los reporteros, un análisis de la violencia en el fútbol, donde una psicóloga, justamente la de la UNAM, mencionaba que dicho deporte es una forma que el individuo tiene para liberarse, por así decirlo de sus problemas cotidianos. Esto me dejó pensando por momentos y traté de entrelazar un poco ese enunciado con lo acontecido por los fanáticos pumas, llegando a otro estructurado por su servidor: ¿Los individuos viven atados en una realidad tan jodida, que toman algo tan simple como un partido de fútbol para gritar como locos y tener reacciones tan patológicas ante algo tan efímero como patear una pelota e introducirla en una red? Repito lo que en un principio comenté, el fútbol no me parece desagradable, de hecho me parece una forma de entretenimiento bastante buena e interesante, pero ojo, digo entretenimiento porque en realidad eso es o debiera de ser, aunque desgraciadamente en nuestra sociedad actual sobrepase los límites de otras cosas de mayor importancia como la educación y la cultura, cosas de verdadera trascendencia y, al rebasar dichos aspectos, es donde su euforia queda fuera de lugar y se convierte en una vil estupidez.
Cuando la humanidad se sienta en sus culos ante un televisor a ver a veintidós adultos infantiles dándole patadas a un balón no hay esperanzas. Dan grima, dan lástima, dan ganas de darle a la humanidad una patada en el culo y despeñarla por el rodadero de la eternidad, y que desocupen la tierra y no vuelvan más. Fernando Vallejo, extracto de la novela "La virgen de los sicarios" Alfaguara.
LEER...¿DEBER O QUERER?
*tomado de la revista magisterial Educare.
Otoños
Ricky Gómez.
El artista.
La culpa
La culpa instaurada es cada día más fuerte,
Es cruel, asertiva, sádica,
Merecedora del premio a la mayor precisión,
Pues no se va, se queda y lastima.
No se cuánto tiempo lo hará y,
Lo peor de todo es que no puedo quejarme,
No puedo decir ¡lárgate mal burdo!,
Porque es imperiosa su existencia,
Por lo menos para ella.
Es su única razón, su único motivo,
Existe porque sin ese sentimiento
De ansiedad constante no sería culpa.
Seguro se engalana y enorgullece de sí misma,
Y yo me despedazo por las noches
Esperando su retirada,
Pero sabe que la acepto en inconsciencia,
Y es en ese pacto oculto entre los dos
Que radica su estadía de todos los días,
Para que su fecha de expiración
No este ni siquiera cercana a llegar,
Nunca, poco…ahora.
Y luego no quieren que les digan "burros".
ONOMATOPEYA
Técnica 79.
Hice una carambola y entró la bola cinco, la siete y la tres, hubiera dejado impresionados a todos si no hubiera sido porque también lo hizo la bola ocho. Un par de insultos disfrazados de elogios por tan buena y a la vez patética jugada sumbaron mis oídos como una bala, rápida y desapercibida. Pero no importó. mi mirada se centró a treinta y cinco grados a la derecha, a unos dos metros, en la otra mesa del centro recreativo, a donde estaba Amelia.
Me hice a un lado empujado por el insensible de el "Kir", quien tomó el taco de una manera aberrante. Imaginé que era una dama, quizá la terca de Diana que lo rechazó tantas veces que se volvieron incontables, y cómo no si al ver tocar aquel pedazo de madera me di cuenta de que no podría ser capaz de tomar a una mujer con la sutileza necesaria. Después de procesar aquel pensamiento di dos pasos hacía atrás, cortos, lentos, cualquier cosa que me hiciera pasar inadvertido. Sabía que ahí estaba porque alcanzaba a percibir el aroma de un suave halloween tan de moda, y sabía que era el de ella a pesar de que casi la mitad de las demás féminas lo usaban porque el aroma tenía un suave toque de Amelia. Escuchaba su risa, diálogos entrecortados que hablaban de todo menos de mí, giré un poco con algún pretexto absurdo que hiciese pasar mi mirada por donde se encontraba, pero la obviedad de mis ojos me descubrieron, y en una cobarde maniobra salieron disparados hacía un techo húmedo y deteriorado.
La milésima de segundo que me topé con su rostro, su perfecto y exquisito rostro bastaron para poder crear en mi un poco de satisfacción. Ella notó al intruso que la miró por menos de un instante, no sé qué idea pudo haber cruzado por su cabeza, cuántos hombres no debieron mirarla a cada rato, sus nalgas forjadas por la pubertad recién adquirida, sus pechos pequeños pero apetecibles al morbo masculino. Debía estar acostumbrada. Volteé a seguir con las acciones del "Kir" pero éste ya estaba hundido en su torpeza para el juego. Giré, tan solo giré por la inercia del instinto y me observaba, no sé qué, si mi panorama trasero no tenía mucho que ofrecer. Entonces pensé que debía ser algo más, amor, sí, debía estar amandome, imaginando mi concentración a un nuevo tiro, a cualquier cosa menos a ella, porque cuando amas a alguien a esa edad, a los tan solo trece años de edad, el amor es no ser correspondido. Desvió la mirada como yo lo había hecho instantes atrás, se evidenció de igual forma como yo viendo a un techo que ya se estaba sintiendo importante. Vi la oportunidad de fijar mi mirada hacía ella hasta que se cansara de ese color a humedad, lo hizo y me miró. Sé que mi cuerpo da un mejor aire que el de un techo en desuso, así fue porque no me quitó la mirada, ahora era un reto, un desafió, o quizá solo amor.
No me atreví a dar los tres pasos necesarios para estar frente a ella, jamás lo hice. Mi uniforme de la técnica 79 pasó de moda y jamás volví a mirarla, ni como aquella vez, ni de ningún otra forma, se fue, amada, estrujada, marchitada, y yo me fui, con el recuerdo de aquel momento donde una bola ocho volvió a entrar al momento equivocado, por los nervios absurdos del primer amor.
TOUR DEL DOLOR AJENO
Para qué crear poesía, insuficiente sería creer que con estas palabras bastarían para sellar todo, pero no cabe otra prueba, no para mí, no porque la cobardía cobró un tinte de enfermedad mortal, de dominio sobre lo que tu llamas cuerpo.
No me diste ni siquiera la oportunidad de un trillado día de lluvia, ni la posibilidad de confundirte con alguien más, fuiste tan certera, asesina serial de mis cientos de vidas. Sí, no debería reprocharte eso, tu me diste esas vidas, es cierto, tu creaste el día, la noche y la casualidad de las palabras, reinventaste el sexo, tan claro, imperfectamente perfecto, tan sensual e inaudito, pero no puedes pretender que un hombre, tan simple como yo intente reincidir a una vida sin lo más importante. Sería como una noche sin fondo negro, sería ilógico, como si el aire dejara su propósito, dime, dime quién viviría, y si alguien lo hiciera, que sentido tendría.
El cielo ahora ni siquiera sería un destino aceptable, y el infierno ese del que tanto hablan parece tan parecido a esto que solo llamo vida por protocolo.
Diría que me marcho, pero ya no estoy aquí, estoy tan distante que no me puedo ver ni a mí mismo, aunque la fluorescencia de mis pensamientos irradien verdades a medias, ni aunque en este momento las pulsaciones de mi cuerpo se estén desvaneciendo deprisa, incongruentes al paso de los segundos, de los flashazos de características misteriosas.
Abro mis brazos a la nada porque es lo único que me queda, porque me en la yema de mis dedos existe el único respiro honesto de mi existencia, porque cuando este, mi último segundo de gloria termine seré un recuerdo en las almas que estarán ya muertas, y tu sentada tranquila esperando la próxima cita, del tour del dolor ajeno.
09..
la cuenta comienza, uno, dos. Cada segundo
se perderá en horas enteras, en pretextos prolongados,
y ahora es el momento que pasado sera mañana,
y los meses se contaran lentamente hasta que pasen a gran velocidad
como ese auto nuevo que es un propósito que no se cumplirá,
como cada deseo que se perdió como las uvas digeridas por nuestro cuerpo.
Miles de nuevas mentiras se inventaran,
un par de verdades no se creerán,
estaremos tan cerca, más cerca del infinito como de la muerte.
Nos llenaremos de más vacíos que estarán acumulados
con los anteriores y los anteriores,
hasta que sean tantos e irreconosibles,
que llegara el Diciembre nostálgico
reprobando nuestras actitudes
esperando un sustituto
para que todo comience de nuevo
y sabrá Dios si nosotros estemos ahí.