Te sentiste libre de repente y sin pensarlo. No había nudos exactos ni empáticos, sólo pasos marcados en cuestión de segundos, de pronto, ya no estabas. Tu silueta y tu recuerdo fueron imprecisos, fue más fuerte el rostro de la victoria que se marcó en tu alma cuando sabías que irías.
El viento sopla constante intentando borrar el camino de la nostalgia. El viejo Pajacuarán se vuelve más viejo y todos se preguntan por ti. ¿Y dónde está la hija?, ¿dónde esta la amiga?, la que debió ser esposa, madre, amante. Ya no está, se fue hace tantos años, se convirtió en un pasado, en una fotografía colgada y relatos de la niñez. Aun existes, está claro, pero no existes en verdad, porque el asfalto del pueblo no siente tu cuerpo, porque los vientos diurnos de las estaciones no se cuelgan de tu voz, porque ya no eres Lola, eres “Loula”.
¿Qué te aprisionaba?, ¿era acaso tan duro ver el sol por las mañanas, escuchar el diálogo de las vacas y de los caballos en el rancho de tu padre?. Hay varias teorías, decían que no eras de este planeta, que fuiste impura, incluso hasta diabólica, esto último lo dijo el padre Ramiro en la misa del primer domingo cuando te fuiste, sus palabas exactas fueron: “el diablo se posesiona de nuestras almas y nos hace tomar decisiones que nos llevan a la perdición”. Yo sé que no estas perdida, sé que tu alma esta en L.A, sé que viste de Levi´s y tenis nike. No, no es el diablo el que cambia tu léxico, es un ingles mal hablado que aun guarda un poco de ti. Razones de seguro hubo muchas, pero ninguna suficiente para calmar a cada mente, a cada uno que hizo hipótesis erróneas y que apostó por la peor.
Pajacuarán no morirá, tú sabes que es eterno, pero entre las montañas que cubren el pueblo y los caminos que inspiran las historias, la tuya cesará tarde que temprano, se guardará en el gran libro del camino, del héroe clandestino que cambió la vida por el sueño. Loula te irás al otro mundo, y, mientras las mentes caerán hacía nuevos peregrinares, liberándose de repente y sin penarlo.
Tu esencia paseará de vez en cuando aunque se por pensamientos, una Cheyenne o un e-mail, por tu hogar, por el número veintitrés de la calle de un héroe que nunca aprendiste en las clases de primaria. Paseará hasta que te consuma la nueva historia, hasta que dejes de pronunciar con claridad…Pajacuarán.
El viento sopla constante intentando borrar el camino de la nostalgia. El viejo Pajacuarán se vuelve más viejo y todos se preguntan por ti. ¿Y dónde está la hija?, ¿dónde esta la amiga?, la que debió ser esposa, madre, amante. Ya no está, se fue hace tantos años, se convirtió en un pasado, en una fotografía colgada y relatos de la niñez. Aun existes, está claro, pero no existes en verdad, porque el asfalto del pueblo no siente tu cuerpo, porque los vientos diurnos de las estaciones no se cuelgan de tu voz, porque ya no eres Lola, eres “Loula”.
¿Qué te aprisionaba?, ¿era acaso tan duro ver el sol por las mañanas, escuchar el diálogo de las vacas y de los caballos en el rancho de tu padre?. Hay varias teorías, decían que no eras de este planeta, que fuiste impura, incluso hasta diabólica, esto último lo dijo el padre Ramiro en la misa del primer domingo cuando te fuiste, sus palabas exactas fueron: “el diablo se posesiona de nuestras almas y nos hace tomar decisiones que nos llevan a la perdición”. Yo sé que no estas perdida, sé que tu alma esta en L.A, sé que viste de Levi´s y tenis nike. No, no es el diablo el que cambia tu léxico, es un ingles mal hablado que aun guarda un poco de ti. Razones de seguro hubo muchas, pero ninguna suficiente para calmar a cada mente, a cada uno que hizo hipótesis erróneas y que apostó por la peor.
Pajacuarán no morirá, tú sabes que es eterno, pero entre las montañas que cubren el pueblo y los caminos que inspiran las historias, la tuya cesará tarde que temprano, se guardará en el gran libro del camino, del héroe clandestino que cambió la vida por el sueño. Loula te irás al otro mundo, y, mientras las mentes caerán hacía nuevos peregrinares, liberándose de repente y sin penarlo.
Tu esencia paseará de vez en cuando aunque se por pensamientos, una Cheyenne o un e-mail, por tu hogar, por el número veintitrés de la calle de un héroe que nunca aprendiste en las clases de primaria. Paseará hasta que te consuma la nueva historia, hasta que dejes de pronunciar con claridad…Pajacuarán.