Don Pedro subió las escaleras una a una mientras un ligero pensamiento cubrió su cuerpo, el ritmo cardiaco volvió a ser normal, su mirada agitada ya estaba calmada. Se abrió la puerta, ahí estaba la salida, a dos metros el pavimento, su cartera vacía. Una voz le seguía a toda velocidad, sólo había un balcón de por medio, él no era un atleta, lo pensó, lo sabía, lo afirmó. No importó nada. Su cuerpo se precipitó seis metros con velocidad increíble. Un grito detrás.
El encabezado triste, un muerto, un robo, una prostituta fugitiva.