-Pum, cabum, ratapam.
-Hiii hiiii, guau, guau.
-Tóc, tóc, tóc.
Gustavo se escondió detrás de la linea de la puerta abierta. -No seas cobarde, pasa- dijo Alejandro con una sonrisa conocedora de la incertidumbre y miedo de su compañero de clase. Gustavo no dio el paso que su valor debió haber preparado. Sus pupilas dilatadas y sus ojos abiertos en todo su esplendor no dejaban de observar a aquél personaje.
-Cu, cu, cu, ahu, ahu, ahu..
Alejandro lo tomó de la mano y lo obligó a ponerse a tan sólo algunos dos metros de distancia. Gustavo temblaba y su sudoración se hizo evidente.
-Grrr, grrr, ¡grrr¡-. se escuchó cada vez más cercano a él. Su respiración se aceleró. Su garganta pasaba saliba tres veces más de lo normal. Sus párpados parecían que se romperían. Sus oídos ya estaban sordos, lentamente la luz se fue apagando, lentamente, muy lentamente.
Ahí estaba Gustavo en el suelo, incitando a la tiza a que cubriera su cuerpo como un cadáver, Alejandro lo observó un par de minutos en el silencio de aquella casa oscura donde se podía ver una sombra más que la de aquellos dos personajes. Giró, dio un paso hacia el frente.
-Cui, cui, cui, cui...
-Maldita sea Jaime lo has hecho de nuevo, corre a tomar tus pastillas, y esta vez tragatelas por completo.