Estar despierto pareciera ser lo más importante, abrir los ojos y estar pendiente, constante, esperando el primer golpe con un perfil semi-automático, que no da miedo, ni siquiera risa. Tal vez cuestione pero no responde.
Atento a lo que hasta el viento trata de decir, aunque la sobre interpretación sea lo primero, sabiendo que comenzará un cuento, que no tendrá historia, será hueco.
Sabiendo que lo que existe tal vez sea lo correcto, para ellos, para el silencio, para las pocas cosas que trascienden al tiempo, a los momentos, momentos que piensan hasta cuándo y hasta dónde.
Esperando por algo que ya ha llegado, que está ahí, guardado, en un rincón oscuro detrás de nada, que se exhibe y que le huyen, que le temen aun sabiendo que ahí no hay mal, que ahí no hay bueno, que solo hay…
Si fuese cierto que todo es perfecto, entonces ¿por qué cerrar los ojos?, ¿es un deber volver y volver en lo que había ayer?, aun no es tarde. O sí, quizás lo es, tal vez tan sólo se deba admirar el desastre, el arte, lo abstracto y por qué no, hasta lo bizarro. Llámale realidad o como tu quieras… Verónica.
Aun lado, al otro, detrás y hasta de frente, en lo que el rojo se volvió presente, sin aplausos, sin ovaciones, ante ni siquiera miradas ni cortejos, menos premios. Los aplausos se aplazarán hasta el momento en que exista por fin… Verónica.