-Tres minutos y sales...
-Carajo, antes solían avisarte veinte minutos antes.
-Sí, cuando llenabas los lugares, cuando eras importante.
-¿Y cómo mides la importancia?
-Pues con dinero, ya no das el ancho, se te están acabando los trucos.
-Juro que no eran trucos.
-¿Eran?.
-Son.
-Como sea, alistate, esos pendejos te esperan.
Ricardo Gómez se miró en el espejo, acomodó la corbata de rayas que se aferraba a su camisa y miró los cabellos perfectos que se postraban hacía la derecha, sus ojos delimitaban cada parte de si, incluso aquel traje rentado en la ciudad de San Luis Potosí. Tres, dos, uno, los tres minutos se le habían terminado.
-¡Animo!-. Dijo Ricky Gómez más de treinta veces durante la media hora que duró la conferencia, parecía que ni aunque las hubiese dicho otras treinta ocasiones más, la gente lo hubiese creído. Sus casi doce asistentes salieron cabizbajos murmurando los peores adjetivos calificativos. Ricardo Gómez sólo dio el último sorbo a la santorini que él mismo pagó de su bolsillo.
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-Quiero ser conferencista.
-No mames pinche Ricardo, si te da un chingo de pena hablar en público.
Pero aquella opción era la única y más viable para él, toda la psicología le parecía tan absurda que de tan sólo pensar en que podría terminar escuchando los problemas de la gente, aquella alternativa le parecía la mejor, "por lo menos les daré los consejos sin escuchar sus pendejadas", pensaba como si en el mundo los deseos de la gente se volvieran realidad.
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Uno, dos, trescientos aplausos se escucharon coreografiados en ritmo y en sonido en Cuernavaca. Quinientos en Sinaloa.Cuatrocientos treinta en Monterrey. Y mil quinientos entre las cinco ocasiones que se presentó en el distrito federal.
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-Espectacular.
-Gracias.
-¿Cuáles son tus trucos.
-No son trucos.
-Entonces.
-Es un arte muy complicado, lo aprendí en la universidad, es parte de la psicología.
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-Diganos señor Ricky, cómo es que hace para dar tal mensaje de armonía y paz a la gente, para despertar tales potenciales.
-Es complicado de explicar, pero lo cierto es que cada ser humano tiene la capacidad de lograr lo que quiera con el poder de la mente, y eso en teoría es sencillo.
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-Me voy de la casa.
-¿Por qué?
-Tengo a alguien más.
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-Cancelamos la fecha de Guerrero.
-¿Por qué?
-No se vendieron los boletos.
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Los quinientos asistentes, estaban atentos a la tercera llamada, el teatro obrero de la ciudad de Zamora sirvió como gancho mercadológico, la publicidad qué había sido utilizada era la de sus viejos tiempos, cuando la barba arreglada le cerraba por completo la forma de candado y cuando su sonrisa era un poco menos falsa.
El telón se abrió, Ricky Gómez se sintió elogiado, incluso aunque no sabía qué decir, los "ánimos" ya no le servían ni a él mismo y creía realmente que sí se le estaban acabando los "trucos". La gente lo ovacionó un par de minutos aunque el desalineo era claro.
-¿Qué esperas Ricardo?
-Es, es, es que no puedo.
La ovación duró un poco más, se agotaba lentamente.
El silencio substituyó los aplausos, seguía ahí, suspiró profundamente, una, dos, tres veces. Se cerró el telón.
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-Ya llegó la gente Ricardo, creo que es hora de comenzar.
-Sí, ya voy.
Ricardo Gómez se miró en el espejo roto de la habitación, respiró profundamente y salió a escena.
Aquél día, y durante dos meses seguidos, los lunes y los jueves los "ánimos" ayudaron a dos que tres alcohólicos, algunos neuróticos se replantearon su existencia, y las sesiones de AA reportaron en sus estadísticas aumento de personas. Ricky Gómez fue un exito en el local marcado con el número veintidos de la calle Juarez en la colonia Ramirez.