Abrí la última del libro; el final claro decía...Fin.
No fue suficiente. Reescribí mi vida...reescribí mi historia.
Hasta luego a lo que las letras cuentan.. Hasta pronto.
Adios, hasta luego.
Algo de Monterroso "El paraiso imperfecto"
Ya que por cuestiones de trabajo no he podido subir texto, aquí les dejo algo de Augusto Monterroso que me parecio genial, digo, para que sirva como referencia literaria.
-Es cierto -dijo mecánicamente el hombre, sin quitar la vista de las llamas que ardían en la chimenea aquella noche de invierno-; en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros; lo único malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve.
UNETE A LA CAMPAÑA "DONA UN LIBRO PARA NIÑOS DE LAS COMUNIDADES RURALES"
"Leer no termina las guerras...
pero sí las evita"
Jaime Garba.
La terapia.
Ahí estaba yo, prefiriendo no pensar en lo sucedido. Me decía mi terapeuta que no era bueno vivir en los recuerdos, al fin y al cabo ya habían pasado, qué estupidez, pagar trescientos pesos por un discurso del todo absurdo. Hubiera preferido conceptos filosóficos incomprensibles a mi mente imprudente para justificar los actos perjudiciales con la cotidiana ignorancia, pero no fue así, y no obstante, tuve que contar todo, claro, sin lujo de detalle requerido, pues el tiempo es oro, por lo menos para el freudiano.
Quise comenzar con el “erase una vez” a lo que él inmediatamente reprendió sobre mi persona comentando que aquello no debía iniciar de tal forma porque se estaba dando tinte narrativo tipo cuento de hadas a la situación. Lo que no comprendió el muy subjetivo era que me refería a que erase una vez, tan sólo una sola vez que me encontraba en tal situación. Yo, un típico estudiante de filología que por mero gusto traía en su mano un libro de Jorge Ibargüengoitia cuyo título pasó al olvido al presenciar la escena. Dama, tez blanca, ojos calmos antípodas de mar muerto y gatos analistas, labios indescriptibles de formas neogeometricas, cuerpo de perfección no contemporánea pero si digna del mismo Rodín. Entró a la biblioteca haciendo a su perfume seductor protagonista del momento. Mis pasos para con Beatriz, la bibliotecaria se contuvieron para admirar el paso firme y concreto de la dama que después y sólo después supe que se llamaba… -Alto, disculpe que lo interrumpa, pero está desviando su relato. Comentó el terapeuta que había cortado de tajo el momento más inspirador. Me detuve un segundo para meditar cómo contar semejante situación que para ese entonces ya había llenado mi pecho de un tremendo suspiro.
-Cuénteme el acto, lo que pasó-. Dijo el terapeuta. Yo me di cuenta en ese instante que el tipo, (y le digo de tal forma porque con dicho morbo tropezó del escalón en el que lo tenía y le causó bajar de rango en mi escala de respeto) quería saber el preciso instante, el clímax, lo primordial, lo que en la entrevista inicial había comentado como mi problema. Realmente no me había dado cuenta de la impresión que causaba dicha cosa en los demás, y sólo hasta ver su cara de lujuria comprendí lo afortunado o enfermo que había sido. Aun así, aunque lo intenté, no pude resumir la historia como él tanto lo deseo.
Se dirigió hacía la sección de geografía, se perdió entre las enciclopedias geográficas y los libros insípidos, que al tenerle entre su atmosfera seguro cobraron vida. La seguí ante la mirada reprobatoria de Beatriz, la que a la distancia seguramente auguraba mi presencia y la que pudo ser alguna invitación, pero el destino, o más bien aquella dama boicoteó el orden cósmico de la razón.
Aquello era una excepción, un milagro, somenthing hard to believe, porque incluso para mí, el momento no representaba ni siquiera una posibilidad. –Míreme. Le dije fuertemente, a lo que le continuó una anotación en el papel prejuicioso que jamás dejó de acusarme de loco. -Soy como ellos, quieto, por lo regular oscuro, para nadie represento algo, pasan entre mí como si fuera, pero no soy, me acarician como lo hacen con ellos, pero me dejan al pensar que no hay nada interesante en mí, y me abandono, me creo la miseria de ser tan esplendido, porque lo soy, lo soy en verdad, qué acaso no lo es Iván Ilich, qué acaso no lo es Víctor Hugo, Virginia Woolf, Wilde… lo son; sin embargo están como yo, abandonados en los rincones de aquel cementerio conocido con un mejor nombre que no cause daños al prestigio de los genios, por esto que le acabo de decir le pido que no me juzgue, sino que entienda.
Yo no existía, y sí no hacía algo en aquel momento hubiera seguido siendo un fantasma aquejador de mi absurda vida. Que Dios me perdone, pero solté a Ibargüengoitia, caminé deprisa, me postré entre esas dos columnas de libros y usurpé el lugar de una puerta. Ahí estaba ella, sorpresivamente mirándome, haciendo con el dedo la trillada seña seductora del come on baby. No sé cómo, pero de pronto, me convertí en un hombre, di dos pasos firmes que seguro resonaron en el lugar, pasos que cimentaron el origen de mi hombría, de mi existencia.
Lo demás, no pude contárselo. Una pausa, tan largar que tuvo que intervenir.
-Siga, siga por favor. El Dr. Padilla ya no pedía, exigía, imploraba que continuará con la historia, pensé que en algún momento éste me golpearía o me ofrecería dinero por saber el desenlace, pero no, por más que hubiese querido no podría haberlo hecho. Me paré, vi el reloj, nos habíamos pasado diez minutos más de la cuenta, hurgué en mi pantalón sacando el dinero requerido, tomé mi saco y abrí la puerta. –Espere por favor, se lo pido, dígame qué pasó. Escuché de quien ya no era un terapeuta sino un público curioso. –No puedo contárselo, no podría por más que quisiera, en realidad no puedo.
Me fui como un maldito traidor, lo sé, pero mi alma se sentía tranquila y enviaba mensajes de prudencia a mis ideas, pues cómo dar fin a algo que no sucedió, cómo darme cuenta de mi patetismo.
Los pasos fueron borrándose con el aire del día, mi bolsillo quedó vació, yo me quedé loco, y mi terapeuta intrigado piensa, que la próxima sesión llegará pronto.
El guía sin dirección.
En primer lugar debo reconocer que en mis comienzos literarios dicho semanario fue de los primeros medios que publicó mis artículos, poesías, ensayos, escritos y demás textos que por aquellos años (algunos cinco) me atrevía sin premeditarlo a enviar, y si estos germinaban eran gracias al estimado Ernesto Rezéndiz Oikión, quien encargado de la sección “Rebeldía” daba y da espacios a jóvenes para expresar sus letras.
Para mí, publicar en cualquier sitio es signo de admiración para el medio, por apostar a talentos nuevos y sobre todo por incurrir en el riesgo de proponer ideas innovadoras y contemporáneas en diarios que por su herencia están acostumbrados a estilos de redacción algo pasados de moda; claro, no todos, pero si hago este reconocimiento es por el simple hecho de dar la firma y validez a un texto de cualquier loco irreverente que intenta cambiar el mundo con ideas y letras. Con esto, deseo que comprendan que yo respetaba el semanario, hablaba de él maravillas y promovía su compra (que bien puedo decir que unos diez o quince lo compraban gracias a dicho acto, cosa que se traduciría en sesenta pesos que en estos tiempos nadie los regala). Todo estaba a pedir de boca, acostumbraba por lo regular a publicar cada quince días y alternaba con algunos otros medios impresos; sin embargo, y de manera inocente, Güia me parecía el mejor de todos
Con el pasar de los años y en base a una propuesta creada por su servidor y mi amigo Eddie Rojo de crear una revista universitaria, nos planteamos la idea de implementar una sección que conjuntara las labores educativas de los medios superiores con la intención de eliminar la competencia entre universidades y alumnos para potencializar talentos, denominando el proyecto “Zona Universia”. Como para aquellos tiempos la revista independiente que editábamos no tenía mucha difusión, se nos propuso por el contacto de un conocido, hacer la propuesta al subdirector del semanario (el cual omito el nombre por razones de confidencialidad, cualquier semejanza con alguno de los personajes de Herman Hesse no es mera coincidencia). En un principio dicho sujeto se mostró impresionado por el interés de dos jóvenes por crear un proyecto que involucrara el semanario, haciendo un discurso que después descubrimos de lo más hipócrita donde hacía semblanza de la libertad de expresión y de la jactación de Güia como uno de los pocos medios sinceros de esta región. Fue así que comenzamos nuestra labor en la sección Universa, planteándonos metas ambiciosas y trabajando con esfuerzo al igual que calidad.
Entregamos algunos tres artículos, los cuales gustaron a sobre manera, recibiendo halagos cada que eran entregados, incluso llegando a desplazar los artículos tan vánales y en muchas veces parecidos bajados de internet por la recién homenajeada [1]Susana Calderón. Todo pintaba bien, hasta que un día gracias a la brillante idea de Rojo (no es sarcasmo), escribimos un artículo basándonos en la base del pensamiento de la novela de Milan Kundera “La insoportable levedad del ser”, nuestro error, y ahora que lo veo en retrospectiva, que tremendo error, fue el de hacer la analogía entre Dios y el hombre, donde el autor dice que si el hombre esta hecho a imagen y semejanza de Él, entonces también tendría por ende de igual forma defecar. Recuerdo que a Amparo Solís, quien era a la que le entregábamos los artículos le pareció un titulo muy tentativo y agradable a simple vista. Lo que sucedió después, ya es historia. El artículo jamás se publicó, nunca recibimos respuesta alguna y no volvimos a ver publicado otro escrito en el semanario. Sólo después comprendimos que fuimos unos estúpidos al haber hecho escrito semejante, sobre todo por que dicho semanario es de carácter religioso. Al hacer el escrito no pretendíamos ofender o herir la susceptibilidad de dicho medio escrito, por el contrario, deseábamos realizar un texto que como la novela, tuviera un carácter filosófico, pero con el sentido práctico que pretende su interpretación, en esencia se logró, pero sin lo primero.
Como toda persona que se dedica a escribir, tanto Rojo como yo, éramos conscientes de que si por algún motivo el texto enviado no era del agrado o no compaginaba por cualquier cosa con la ideología del semanario, no lo tomaríamos como algo personal, pero esto se convirtió en tal, cuando sucedió lo siguiente. Al ver que no se publicaba el texto y al darnos cuenta del error cometido, se enviaron, por su servidor una serie de correos electrónicos disculpándonos por lo acontecido y reiterando en varias ocasiones que este incidente no se volvería a repetir y donde también comentábamos la intención de seguir con la sección. En un principio recibimos respuestas de carácter evasivo, mismas que fueron disminuyendo hasta convertirse en nulas respuestas a las peticiones de seguir publicando, ya que para determinado tiempo, enviamos un par de artículos que tras su revisión, no contenían algún aspecto que reincidiera con lo ya hecho.
El coraje fue tal por varios aspectos, uno, la incongruencia del discurso de Wagner sobre el futuro del periodismo en la ciudad, donde decía que actualmente no hay personas que apuesten por un periodismo sincero y que sin ello, no habrá sucesorias a los puestos que con el tiempo se abrirán ante la jubilación de los periodistas añejos. Dos, la censura, no del artículo, sino del diálogo entre ambas partes ante la discrepancia de ideas, y sobre todo ante el hecho de haber sido vetados sin siquiera la explicación, que aunque lógica, merece todo aquel que expone una duda o inconformidad. Y tres, sentir la decepción hacia uno de los medios que más quise y que para mí representó plataforma para poder ser leído no sólo en Zamora sino en muchas partes de la región.
Güia está constituido por personas de una capacidad indiscutible, sus artículos aunque en la mayoría y en sólo en secciones repetitivos, vienen a aportar semana con semana información que difícilmente en otros medios encontraremos, aportando de mayor forma información práctica, económica, política y cultural que otros medios de la ciudad que sustentan sus ventas en la famosa nota roja. Sin embargo, personalmente esto no sirve de nada si el semanario esta liderado por dos personas (porque faltaría hablar de la opinión sobre el director de Güia, cosa que ocupa otro artículo) incongruentes que son la mil realidad de lo hipócrita, y aunque me gane el descontento de más de alguno que afiliado a dicho medio impreso, tengo que hacer presente el disgusto que estará en mí por el resto de mis días.
[1] La critica a los artículos de la Sra. Calderón no tienen involucramiento o algún tipo de relación con la labor tan loable y respetable que ha realizado hacía las bibliotecas publicas de la ciudad y en las cuales ha colaborado.
Despedida. Alejandro Aura.
Así pues, hay que en algún momento cerrar la cuenta,pedir los abrigos y marcharnos,aquí se quedarán las cosas que trajimos al siglo y en las que cada uno pusimos nuestra identidad;se quedarán los demás, que cada vez son otros y entre los cuales habrá de construirse lo que sigue,también el hueco de nuestra imaginación se queda para que entre todos se encarguen de llenarlo,y nos vamos a nada limpiamente como las plantas,como los pájaros, como todo lo que está vivo un tiempo y luego, sin rencor, deja de estarlo.
¿Se imaginan el esplendor del cielo de los tigres,allí donde gacelas saltan con las grupas carnosas esperando la zarpa que cae una vez y otra y otra, eternamente? Así es el cielo al que aspiro. Un cielo con mis fauces y mis garras. O el cielo de las garzas en el que el tiempo se mueve tan despacio que el agua tiene tiempo de bañarse y retozar en el agua.O el cielo carnal de las begonias en el que nunca se apagan las luces iridiscentes por secretear con sus mejillas de arrebolados maquillajes. El cielo cruel de los pastos,esperanzador y eterno como la existencia de los dioses.O el cielo multifacético del vino que está siempre soñando que gargantas de núbiles doncellas se atragantan y se ríen.
Lo que queda no hubo manera de enmendarlo por más matemáticas que le fuimos echando sin reposo,ya estaba medio mal desde el principio de las eras y nadie ha tenido la holgura necesaria para sentarse a deshacer el apasionante intríngulis de la creación,de modo que se queda como estaba, con sus millones,billones, trillones de galaxias incomprensibles a la mano,esperando a que alguien tenga tiempo para ver los planos y completo el panorama lo descifre y se pueda resolver.Nos vamos. Hago una caravana a las personas que estoy echando ya tanto de menos, y digo adiós.
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Madame don pedro