Hace un par de días husmeando entre revistas sin sentido, (y digo sin sentido porque eran revistas del magisterio)me encontré con un buen articulo* de mi maestro de creación literaria (a distancia e impersonal pero maestro) Óscar de la Borbolla, en el cual hacía una crítica bastante amena a lo que últimamente se ha querido implementar en México, el famoso fomento a la Lectura. Desde años se ha intentado incentivar a los ciudadanos, en especial a los niños y jóvenes al maravilloso pero muy desconocido mundo de la lectura y, estos intentos, por más fuertes que pretendan (al criterio de nuestros gobiernos e instancias culturales) han sido fallidos.
Digo que la critica de Óscar de la Borbolla fue amena, porque éste relata la importancia de la lectura desde su perspectiva como escritor y profesor de letras y, comenta cómo fue que él se convirtió en lector, siendo la forma la cual lo hizo de manera intuitiva, por así decirlo, acercándose a los libros que existían en su casa, pues en sus años de niñez, no se andaban con jueguitos de fomento a la lectura, quizá por cuestiones de contexto cultural, entendiéndose por esto a las muchas competencias desleales que tiene la lectura actualmente por la invasión de diferentes medios si bien no similares, sí que compiten por la atención de los prospectos a lectores. Dice Óscar de la Borbolla: Me acerqué a ese libro como me acerqué a la primera pelota de mi vida: sin saber. Y tanto con el libro como con la pelota tuve que esforzarme para entender las reglas que me permitiría jugar con ellos. Buena analogía ésta, la cual no es otra cosa más que la reflexión de qué la lectura no es un deber, sino un querer, claro, contiene reglas como la más simple de las actividades, pero que si a ésta se le pone un imperativo de obligación, se desprende de su sentido original. Recuerdo de igual manera una entrevista a Idelfonso Falcones, escritor español, donde hablaba de que la lectura no debe de ser un hábito, pues esto implica que se hace ya no tanto por gusto, sino por la constancia de hacerlo.
Hasta este punto se puede considerar la posibilidad de convertirse en lector el individuo por méritos propios o, más interpersonales, sin embargo y, retomando lo de un principio respecto al fomento a la lectura, éste aspecto también es de importancia, porque es también necesario hablar de la necesidad de la educación en el país como medio de desarrollo, pues por lógica se sabe que la lectura juega pieza clave en el aprendizaje, pero, ("pero" que espero no destituya todo mi texto)aun sabiendo esta necesidad, se sigue con los números rojos en cuanto a personas que leen en el país, dando por resultado, personas ignorantes (tomando la ignorancia como sentido literal, del hecho de ignorar algo, y no como un despectivo). Entonces debemos preguntarnos ¿por qué la gente sigue sin leer?, bueno, hay muchas opciones y, ya que hablamos del segundo aspecto que es el externo al individuo, hay una buena excusa. Les paso unos datos tomados de la UNESCO y del INEGI acerca de la lectura en México:
-Hay una biblioteca por cada 15 mil habitantes. En 1983, sólo había una por cada 240 mil mexicanos.
-Existen 1,178 puntos de venta de libros en la República que comparten el espacio de oferta con otros productos.
-Existen sólo 500 locales en todo el país, donde sólo se venden libros.
-43% de las librerías se ubican en la ciudad de México y su área metropolitana.
-Existe una librería por cada 206 mil habitantes en nuestro país (el índice más bajo de librerías en Hispanoamérica).
-94% de los municipios de México no tienen librerías.
Estos datos son verdaderamente sorprendentes si queremos pensar que se está haciendo una campaña (que ya lleva años) de fomento a la lectura, pues dichos números son tan pobres que parece una broma, más aun, si tomamos en cuenta de que la mitad de estos datos son del sector privado.
No hay que ser tan pesimistas, es cierto, ya que todo tampoco depende de nuestro hermoso gobierno, el cual obviamente tendrá en voces decir que la lectura es prioridad, pero que sin embargo sólo quedará en actos vánales y sin trasfondos, mientras siguen laborando sus mismas empresas culturales que fomentan la lectura y la literatura y, que quizá, con fortuna, año con año con un poco de más impulso. Mientras tanto no debemos dejarle nada a la suerte y, me atrevo a decir que apostaría más por el pensamiento Óscar de la Borbolla y, dejar que nuestra intuición nos guíe, claro, manejando un poco los impulsos y los vicios que se tienen actualmente en cuanto a los distractores que nos rodean, ya que hay que tenerle fe a los libros y un poco de precaución, porque una ves que se tienen en las manos, es muy difícil soltarlos.
*tomado de la revista magisterial Educare.