Hice una carambola y entró la bola cinco, la siete y la tres, hubiera dejado impresionados a todos si no hubiera sido porque también lo hizo la bola ocho. Un par de insultos disfrazados de elogios por tan buena y a la vez patética jugada sumbaron mis oídos como una bala, rápida y desapercibida. Pero no importó. mi mirada se centró a treinta y cinco grados a la derecha, a unos dos metros, en la otra mesa del centro recreativo, a donde estaba Amelia.
Me hice a un lado empujado por el insensible de el "Kir", quien tomó el taco de una manera aberrante. Imaginé que era una dama, quizá la terca de Diana que lo rechazó tantas veces que se volvieron incontables, y cómo no si al ver tocar aquel pedazo de madera me di cuenta de que no podría ser capaz de tomar a una mujer con la sutileza necesaria. Después de procesar aquel pensamiento di dos pasos hacía atrás, cortos, lentos, cualquier cosa que me hiciera pasar inadvertido. Sabía que ahí estaba porque alcanzaba a percibir el aroma de un suave halloween tan de moda, y sabía que era el de ella a pesar de que casi la mitad de las demás féminas lo usaban porque el aroma tenía un suave toque de Amelia. Escuchaba su risa, diálogos entrecortados que hablaban de todo menos de mí, giré un poco con algún pretexto absurdo que hiciese pasar mi mirada por donde se encontraba, pero la obviedad de mis ojos me descubrieron, y en una cobarde maniobra salieron disparados hacía un techo húmedo y deteriorado.
La milésima de segundo que me topé con su rostro, su perfecto y exquisito rostro bastaron para poder crear en mi un poco de satisfacción. Ella notó al intruso que la miró por menos de un instante, no sé qué idea pudo haber cruzado por su cabeza, cuántos hombres no debieron mirarla a cada rato, sus nalgas forjadas por la pubertad recién adquirida, sus pechos pequeños pero apetecibles al morbo masculino. Debía estar acostumbrada. Volteé a seguir con las acciones del "Kir" pero éste ya estaba hundido en su torpeza para el juego. Giré, tan solo giré por la inercia del instinto y me observaba, no sé qué, si mi panorama trasero no tenía mucho que ofrecer. Entonces pensé que debía ser algo más, amor, sí, debía estar amandome, imaginando mi concentración a un nuevo tiro, a cualquier cosa menos a ella, porque cuando amas a alguien a esa edad, a los tan solo trece años de edad, el amor es no ser correspondido. Desvió la mirada como yo lo había hecho instantes atrás, se evidenció de igual forma como yo viendo a un techo que ya se estaba sintiendo importante. Vi la oportunidad de fijar mi mirada hacía ella hasta que se cansara de ese color a humedad, lo hizo y me miró. Sé que mi cuerpo da un mejor aire que el de un techo en desuso, así fue porque no me quitó la mirada, ahora era un reto, un desafió, o quizá solo amor.
No me atreví a dar los tres pasos necesarios para estar frente a ella, jamás lo hice. Mi uniforme de la técnica 79 pasó de moda y jamás volví a mirarla, ni como aquella vez, ni de ningún otra forma, se fue, amada, estrujada, marchitada, y yo me fui, con el recuerdo de aquel momento donde una bola ocho volvió a entrar al momento equivocado, por los nervios absurdos del primer amor.
Técnica 79.
TOUR DEL DOLOR AJENO
Para qué crear poesía, insuficiente sería creer que con estas palabras bastarían para sellar todo, pero no cabe otra prueba, no para mí, no porque la cobardía cobró un tinte de enfermedad mortal, de dominio sobre lo que tu llamas cuerpo.
No me diste ni siquiera la oportunidad de un trillado día de lluvia, ni la posibilidad de confundirte con alguien más, fuiste tan certera, asesina serial de mis cientos de vidas. Sí, no debería reprocharte eso, tu me diste esas vidas, es cierto, tu creaste el día, la noche y la casualidad de las palabras, reinventaste el sexo, tan claro, imperfectamente perfecto, tan sensual e inaudito, pero no puedes pretender que un hombre, tan simple como yo intente reincidir a una vida sin lo más importante. Sería como una noche sin fondo negro, sería ilógico, como si el aire dejara su propósito, dime, dime quién viviría, y si alguien lo hiciera, que sentido tendría.
El cielo ahora ni siquiera sería un destino aceptable, y el infierno ese del que tanto hablan parece tan parecido a esto que solo llamo vida por protocolo.
Diría que me marcho, pero ya no estoy aquí, estoy tan distante que no me puedo ver ni a mí mismo, aunque la fluorescencia de mis pensamientos irradien verdades a medias, ni aunque en este momento las pulsaciones de mi cuerpo se estén desvaneciendo deprisa, incongruentes al paso de los segundos, de los flashazos de características misteriosas.
Abro mis brazos a la nada porque es lo único que me queda, porque me en la yema de mis dedos existe el único respiro honesto de mi existencia, porque cuando este, mi último segundo de gloria termine seré un recuerdo en las almas que estarán ya muertas, y tu sentada tranquila esperando la próxima cita, del tour del dolor ajeno.
09..
la cuenta comienza, uno, dos. Cada segundo
se perderá en horas enteras, en pretextos prolongados,
y ahora es el momento que pasado sera mañana,
y los meses se contaran lentamente hasta que pasen a gran velocidad
como ese auto nuevo que es un propósito que no se cumplirá,
como cada deseo que se perdió como las uvas digeridas por nuestro cuerpo.
Miles de nuevas mentiras se inventaran,
un par de verdades no se creerán,
estaremos tan cerca, más cerca del infinito como de la muerte.
Nos llenaremos de más vacíos que estarán acumulados
con los anteriores y los anteriores,
hasta que sean tantos e irreconosibles,
que llegara el Diciembre nostálgico
reprobando nuestras actitudes
esperando un sustituto
para que todo comience de nuevo
y sabrá Dios si nosotros estemos ahí.