Existes desde siempre, sin un por qué, sin afirmaciones, sin dudas, existes por la magia que implicas, indescriptible, irremplazable, tan llena de vida, fuiste vida, eres total y absoluta vida, eres dueña de estos, de aquellos pies blasfemos que no merecen tocar tu cuerpo, tierra.
Estoy ahora aquí, tan indefenso como debo serlo, tan cobarde como siempre, diciendo amarte, respetarte, seguirte, pero si el amor es matar, lo hago claramente. Mato tu fértil luz, las diminutas y millares partes de ti, mato tus raíces y con ello tus brazos, tu rostro, tu piel, que no es otra cosa que aquellos bellos arboles, aquellos tallos que inspiran a la nobleza, tu viento que sacude tus gestos como baile eterno, tu arena que frota y acaricia suavemente lo que se postre sobre ella. Ya no hay, se van. Y parezco estar orgulloso, parece que el pedazo de concreto que ahora piso calla tus lamentos, pero soy yo el sordo, y es mi cuerpo lo obvio, pues también oh tierra, yo estoy muriendo. Tu que me has dado todo, ¿Qué te he dado yo a ti?, bofetadas que no paran, reproches insensibles que tu recibes con calma, y aún así tierra, me amas, me regalas con las mañanas lo poco que te he dejado, y con esa calma bastaría para imaginar el daño que te hago, para inspirarme en tu totalidad, en que no eres mía, en que yo soy tuyo. Y no me odias aunque lo merezca, y no dices nada por que tal vez no sabré entenderlo, por que lo veo, y aun así no alcanzo a creer que te estoy poniendo tan lejos. Tierra, mi amada tierra, disculpa mi sadismo, disculpa si todo tendrá un fin, pero déjame decirte algo, solo algo tan sincero, solo para ti habrá un consuelo, pues en las cuestiones eternas de la vida, tu eres infinita, y al final de los tiempos, seguro seré yo quien tome la partida, y tal vez mañana con tu vida, resurgirás mi amada tierra, tan infinita, y mas viva, y yo fusionado en ti, seguiré siendo tan indigno, y tu mi suprema tierra, seguirás siendo perfecta.